Las motocicletas son el medio de transporte elegido por muchas personas para moverse por Medellín, Colombia. En los barrios populares que ascienden por las empinadas laderas del Valle de Aburrá, los habitantes —a menudo migrantes internos que buscan trabajo o huyen de la violencia— han construido por cuenta propia barrios elaborados, fuera de los marcos de planificación urbana formal. Calles angostas y pasajes peatonales forman los puntos de acceso; pero mientras que las personas pueden subir escaleras, los vehículos con ruedas necesitan rampas. A partir de la necesidad básica de guardar la moto dentro de casa por la noche, ha surgido una inmensa variedad de pequeñas rampas.

En las comunas de Medellín, estas rampas son tan comunes como las puertas. El concreto es el material del modernismo y de la alta arquitectura, de edificios diseñados por y para las élites. Pero también es la sustancia básica de estructuras autoconstruidas y autoorganizadas en el mundo en desarrollo, y de una arquitectura sin arquitectos.

Estas rampas, en su mayoría hechas sin ninguna preocupación estética, poseen sin embargo una cualidad escultórica y expresiva, y constituyen una especie de brutalismo popular. Rampitas, de Thomas Locke Hobbs (EE. UU.), es un pequeño estudio y homenaje a estas formas que dicen tanto sobre las condiciones —sociales, económicas y topográficas— que definieron las luchas y las vidas de quienes las construyeron.